martes, 6 de febrero de 2007

Más sobre sociedad de redes,sesión 7 de febrero

En este documento voy a basar parcialmente la presentación de mañana miércoles 7 de febrero: Marco

Ideas sobre la teoría de la sociedad de redes.

La teoría de la sociedad de redes según Castells pertenece a la tradición crítica iniciada por la escuela de Frankfurt. Ello significa que, en parte, se inspira en el materialismo histórico, pero criticándole. Desde este punto de vista, ni el capitalismo ni el socialismo real han logrado construir sociedades justas ni satisfactorias. La teoría crítica, desde su inicio, asume que la teoría social puede y debe criticar la realidad existente para ayudar a construir una realidad mejor. Manuel Castells basa su teoría en datos recolectados en varias partes del mundo, incluyendo México. Así mismo, su análisis comprende aspectos económicos, técnicos, políticos y culturales.

El argumento es que en la actualidad vivimos una nueva fase del capitalismo, donde éste se ha renovado y ha trascendido varias de las estructuras que más o menos habían logrado contener sus aspectos más negativos. A pesar de que ciertos sectores de EU y Europa experimentan la mayor calidad de vida que se haya vivido anteriormente, esto ha sido posible, en parte, gracias a los grandes retrocesos de amplios sectores en el resto del mundo, no sólo económicos sino también sociales y culturales (derechos humanos, derechos laborales y acceso a la educación por ejemplo)

Aunque no se ha atribuido el cambio exclusivamente a la tecnología, ésta ha sido sin lugar a dudas uno de los elementos más importantes de dicha transformación (otro es la caída del socialismo real). Es gracias al desarrollo de la tecnología informática que los medios de producción, las estructuras de poder y la experiencia cotidiana son ahora sustancialmente distintos a como eran, digamos, hace unos 50 años.

Durante la etapa industrial la producción en masa y la industrialización (medios de producción) de los bienes de consumo fueron la base de la urbanización y de la determinación de los roles básicos de gobiernos-nación, de la burguesía y de los trabajadores organizados como sindicatos (estructuras de poder y manejo de conflicto). Durante esta nueva etapa del capitalismo, la producción se basa en el desarrollo tecnológico a través de computadoras y procesos automatizados. La masificación de los productos con cada vez menor necesidad de la fuerza laboral ha reducido los gastos de producción y amainado el poder de negociación de estados-nación, partidos políticos y sindicatos. La experiencia cotidiana se estructura, cada vez más, con los nuevos medios que lejos de ser masivos se enfocan a públicos restringidos y selectos independiente de su ubicación geográfica. Las identidades que solían fundarse en elementos geográficos (estado nación), participación política a través de partidos políticos y tradiciones locales (p.e. machismo) tienden a perder sentido para las nuevas generaciones (obviamente con sus respectivas excepciones, mismas que también son analizadas por Castells). Los elementos culturales también han comenzado a crearse independientemente de las condiciones concretas y locales (lo cual era otra premisa básica del materialismo histórico clásico: las condiciones materiales delimitaban la creación cultural).

Los medios de producción a través de la tecnología informática sirven para continuar produciendo bienes, pero de forma más importante para producir conocimiento y tecnología. Los productos más valiosos no son bienes materiales sino virtuales. La posesión de patentes representa así, un indicador de riqueza y poder que trasciende fronteras (ya no lo es necesariamente la extensión territorial o la simple posesión de energéticos). El conocimiento y el poder se construyen colectivamente a través de los nuevos medios independientemente de la ubicación geográfica de los trabajadores en una forma similar a los nodos de una red: no existe un centro de producción y poder sino una estructura de varios centros interdependientes no necesariamente permanentes y que se interconectan virtual y físicamente. La tecnología informática a impulsado exponencialmente la capacidad de manejar información, difundirla y lucrar con el conocimiento.
Ya no puede hablarse de colonias y colonizadores; en todos los países hay un o varios poderes locales que reproducen la estructura global y conectan la riqueza y el consumo local con el resto del mundo. Cierto es que los nodos se diferencian en sus prácticas, algunas más autoritarias, algunas más democráticas, sin embargo todas han perdido un amplio margen de decisión ante la estructura global.
La producción de bienes se organiza a través de redes de producción, donde ciertos componentes son creados o manufacturados en lugares distintos de donde son ensamblados y ofertados. La tecnología también sirve para “escanear” al mundo y encontrar los lugares que ofrezcan mejores recompensas a los inversionistas. Sin embargo las ganancias no necesariamente benefician a las poblaciones locales que las producen o ensamblan en un proceso típicamente capitalista en el que se optimiza la explotación del hombre sobre el hombre. Consecuentemente, estar fuera de la red es estar fuera del mundo. La estructura de red que tiene el internet se asemeja a la estructura global de poder. La falta de acceso a la red amplifica, más que nunca, la desigualdad global y local. Millones de personas, y de hecho continentes y subcontinentes, son absolutamente irrelevantes para el gran capital, la producción y el consumo. De esta forma, las decisiones trascendentes para la gente común ya no se toman localmente a través de elecciones (Castells dice que ésto sí pasó, hasta cierto punto, en el primer mundo) ni de la organización de trabajadores negociando con los dueños de la industria local. Si los trabajadores durante la era industrial fueron enajenados de los bienes que producían mediante la masificación, los trabajadores actuales han sido enajenados de los medios para tomar decisiones de consumo en sus vidas cotidianas.

Las relaciones laborales también han sido transformadas. Los dueños de los medios de producción tienen sólo contacto virtual con la mano de obra. Cuando el capital encuentra dificultades en algún eslabón de la cadena de producción o consumo simplemente “desconecta el switch” del eslabón sin necesidad de negociar ni con los trabajadores ni someterse a la legislación local: por el contrario, tiene el poder de imponer condiciones en ambos niveles, lo que incrementa más la ganancia obtenida. Entre estos cambios es notable la reducción de empleos permanentes y de tiempo completo. Los trabajadores necesitan mantenerse en constante actualización de los adelantos tecnológicos para poder conservar sus puestos y estos puestos de todas formas se transforman con los nuevos adelantos tecnológicos. Estas condiciones son ideales para aniquilar definitivamente la oposición de trabajadores organizados. Los empleos de la nueva era son cambiantes, se requiere de la flexibilidad de la oferta laboral –es decir, que los trabajadores se capaciten solos en el uso de las nuevas tecnologías-, son eventuales, lo que reduce la aportación del gran capital al bienestar social, gran parte de ellos requieren de trabajo sólo en las terminales de la red (aislados y fuera de centros de trabajo) y en una gran proporción son de bajos ingresos. Los trabajadores que no tienen acceso al uso de las nuevas tecnologías están condenados a condiciones aún más restringidas y al área de servicios, con muy pocas posibilidades de movilidad social. El concepto clásico de las clases sociales y su lucha, basados en la posición en la cadena productiva, ya no tiene sentido en la nueva era. El acceso a la educación superior –particularmente en instituciones ligadas a los centros de poder en el mundo- y el manejo de las nuevas tecnologías determina más claramente la diferenciación social.

El proceso social, sin embargo, también ha evolucionado. Al igual que en fases anteriores, el capitalismo se propone hacer las máximas ganancias posibles. La forma de control, aislando económicamente a los focos de conflicto es quizá más efectiva que la guerra misma (lo que no ha evitado el desarrollo bélico basado en las nuevas tecnologías). Pero las formas de resistencia también han adaptado una estructura de redes para oponerse a los efectos del capitalismo global y utilizan los nuevos medios para hacerlo. Entre los ejemplos más claros está el de los zapatistas quienes se convirtieron en la primera “guerrilla virtual” y trascendieron no por el apoyo local en el estado-nación mexicano sino por el apoyo global. El elemento que logra convocar y reunir la oposición a la dominación es una identidad que se opone a ser arrasada por lo global. Dicha identidad se compone de valores y esperanza, con los que se integra a la red para incidir en ella. La característica común de todos los movimientos sociales surgidos en la era de redes es su oposición a la forma en que la globalización se está llevando a cabo. Sin embargo sólo unos cuantos logran dar el paso de oponerse (resistance identity) a proponer alternativas (project identity). Los movimientos sociales que logran trascender lo hacen en la medida que son capaces de relacionar sus necesidades locales con la problemática global: de ahí que reciban apoyo global, haciendo claro su sustento afectivo, valoral y, en un sentido amplio y positivo, utópico.
Castells intenta resumir la tendencia de los nuevos movimientos sociales no como antiglobalizadores sino más bien bajo el eslogan “no a la globalización sin participación (o representación)”. En este sentido, el gran reto del momento es la reinvención de la democracia en la nueva estructura donde identidades, educación y participación formen parte de la ecuación.


Castells, M. (2000) The Rise of the Network Society. Second Edition. Malden: Blackwell Publishing.Castells, M. (2001) End of Millennium. Second Edition. Malden: Blackwell Publishing.Castells, M. (2004) The Power of Identity. Second Edition. Malden: Blackwell Publishing.
Castells, M (2001) La Galaxia Internet. Madrid: Plaza y Janés